Si uno quiere hablar con Andrea Santoni, debe ir a buscarlo a la planta del taller. El fundador de la empresa está en el departamento de embalaje y lleva una bata blanca. Está colocando cuidadosamente un par de botas negras de mujer en un papel de seda gris. De manera instintiva, le echa una última ojeada crítica a la piel y a las costuras. Solo un zapato perfecto puede llevar el nombre de Santoni. "No nos hicimos un nombre con una marca, sino con la calidad", explica el Signor Santoni.
Andrea Santoni, de 72 años, y su hijo Giuseppe, de 42, venden hoy sus elegantes diseños en los centros comerciales más exclusivos de Milán, Nueva York, Moscú y Tokio. Santoni padre aprendió el oficio a la manera tradicional, ascendiendo puesto a puesto. Andrea empezó como cortador de piel, pasó a ser cosedor y más tarde acabó siendo jefe de producción en una gran empresa. Entonces, en 1975, él y su mujer fundaron su propia empresa en el pueblo de Corridonia, cerca de Macerata y no muy lejos de la costa adriática de la Italia central. Su hijo es el estratega de la compañía. Giuseppe ha desarrollado el lado exportador del negocio y ahora trabaja como presidente de la empresa.
La mayor parte del trabajo del taller se sigue haciendo a mano. En la actualidad hay cuatrocientas personas trabajando para Santoni en Corridonia. Andrea Santoni y su empresa están arraigados en las tradiciones de la región desde el principio. En los primeros años, una antigua generación de zapateros de los alrededores de la zona se encargaba del exigente trabajo de costura. "Hoy podemos tener a jóvenes aprendices de cosedor de piel en el taller para asegurarnos de que la tradición no desaparece", explica Andrea Santoni. Dos de los sellos distintivos de todo zapato Santoni son las costuras hechas a mano y la famosa "anticatura", un antiguo tipo de acabado que se logra aplicando múltiples capas de tinte para pieles.
Hoy Santoni también ofrece zapatillas de deporte, además de las colecciones de mujer y de niño. Pero el saber hacer tradicional se hace notar principalmente en los zapatos para hombre de las líneas Manofatto y Limited Edition, cien por cien hechas a mano.
La planta más antigua de las tres con las que cuenta la tienda del taller está dedicada a la moda masculina. El sótano alberga pieles de la máxima calidad: cuero bovino inglés, cuero equino americano y pieles exóticas como el cocodrilo, la iguana y el sapo, e incluso la anguila. Es por eso que recortar las piezas superiores del zapato con la forma adecuada requiere unos dedos ágiles y gran destreza manual. Un movimiento en falso puede dejar inutilizable un valioso material. Los cortadores de los modelos de zapatos hechos a mano cortan el material siguiendo unas plantillas de cartón. Se aprovecha cada centímetro de piel.
Una vez recortadas las distintas piezas de la parte superior, se unen cosiéndolas. Muchas empresas externalizan esta parte del trabajo, pero Andrea Santoni prefiere que todo se haga bajo un mismo techo. "Es una cuestión de control de la calidad", afirma. Por supuesto, el taller no cuenta con cinta transportadora. Una banda de tracción manual, conocida como "manovia", cumple esta función.
Una vez ensamblada la parte superior, hay que unirla a la suela. Para ello se utiliza la famosa horma del zapatero: un molde hueco con forma de pie que solía ser de madera, pero que actualmente es de plástico moldeado. Durante el ensamblado, la parte superior se monta en la horma, se ajusta a la suela y se cose a esta. Pero no existe un único zapato que pueda ajustarse a todas las especificaciones. Por eso hay toda una gama de modelos, cada uno de los cuales se construye de un modo distinto. En el método Bologna, por ejemplo, el zapato no se monta en una horma, sino que se cose en vacío, "como una bolsa". La parte superior solo se monta en la horma en una segunda etapa. Este método garantiza que la piel se ajuste perfectamente a la forma del pie. El método Goodyear también se utiliza para los zapatos de primera calidad. La pieza superior de piel se monta en la horma a mano o con una máquina. Luego se cosen la parte superior, el reborde y la plantilla. Para mejorar las propiedades elásticas del zapato se aplica una pasta de corcho a las costuras. El resultado es un zapato robusto que sin embargo responde con flexibilidad a los movimientos del pie.
Esta costura durará para siempre. Ninguna máquina puede garantizar algo así
La característica inconfundible que identifica a todo zapato Santoni es el laborioso y antiguo proceso al que se somete a la piel. Andrea Santoni tiñó él mismo el primer par de zapatos. Tomó como modelo de su trabajo los elegantes zapatos del zapatero francés Berluti. Más adelante, confió la anticatura a sus trabajadores. Una de las primeras personas que aprendieron de él este arte de la tintura hace 12 años fue Fiorella Montemarani. Hoy su dominio del proceso es total. "Los principales requisitos son la paciencia y la delicadeza necesaria para aplicar una capa irregular pero uniforme de tinte", comenta. Cada piel absorbe el tinte de manera diferente, así que la presión del pincel o paño debe adaptarse a cada tipo de piel. El único tinte que emplean es la anilina, que importan desde Francia. Algunos modelos, como el Sirah de la línea Limited Edition, reciben hasta diez capas de tinte hasta que quedan impecables. El resultado es una gama fascinante de tonos tridimensionales en la piel, no solo en color marrón sino también con unos potentes matices azulados. Esta es una característica exclusiva de los productos de la empresa. "Hacen que cada zapato sea único", señala Andrea Santoni.
Las costuras ornamentales son otra característica especial, meticulosamente ejecutadas a mano. Antonio D’Alena, que lleva siete años trabajando para Santoni, está trabajando en este momento en las costuras superiores de un mocasín. Después de cada costura hace un nudo. "Esta costura durará para siempre. Ninguna máquina puede garantizar algo así", explica. Sentados junto a él hay algunos colegas concentrados en la complicada costura oculta, que se halla solamente en los modelos más exclusivos. La aguja solo puede penetrar la capa inferior de la piel de la pieza superior. Como resultado se obtiene un sofisticado dibujo en relieve en la superficie del zapato. Si la aguja llega a perforar la piel aunque solo sea una vez, toda la parte superior quedará inutilizable. Se tardan unos cuatro años en dominar la técnica. Santoni es uno de los pocos fabricantes que todavía la utiliza.
Hay estantes llenos de zapatos envueltos en láminas de plástico cubriendo cada rincón del taller. Son las piezas superiores, montadas en las hormas y completadas con las plantillas. Por regla general permanecen en los estantes de cuatro a seis semanas, y hay que protegerlas del polvo. Cuando el zapato se saca de la horma, todavía le falta la suela y el tacón. Si la suela es de goma, se pega. Si es de piel, se cose.
La filosofía Santoni de "todo bajo un mismo techo" también se aplica al diseño de los modelos. En su flamante sede central, construida en Corridonia siguiendo criterios ecológicos, sus jóvenes diseñadores se encargan de la tarea de adaptar las distintas colecciones a las tendencias actuales con la sutileza necesaria. Les dirige en este trabajo Giuseppe Santoni, que supervisa el desarrollo de los zapatos hasta que la colección está lista. Él y su hermana Ilenia, de 38 años, quieren continuar el negocio familiar, y por supuesto ampliarlo si es posible. Ilenia está especializada en administración. Pero su formación especializada no le impide diseñar además una nueva colección de accesorios. Sus bolsos y cinturones tienen dos características distintivas: están hechos de piel teñida varias veces y cuentan con costuras hechas a mano. Porque todo lo que sale del taller de Corridonia tiene que ser un auténtico Santoni.
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