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CON TODA LA CUERDA DADA

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Boris Schneider

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Close-up image of IWC watch mechanism and components inside watch dial

Para que un movimiento de relojería mecánico pueda funcionar, necesita el impulso de una fuente de energía. Esta fuente de energía es el muelle. Y aunque hay quienes disfrutan del ritual de dar cuerda al movimiento manualmente, otros prefieren el mecanismo automático, que permite que el reloj funcione indefinidamente gracias a los movimientos del brazo del usuario.

A los niños les encanta observar cómo un juguete mecánico cobra vida cuando se le da cuerda, o escuchar las melodías que surgen de una cajita de música como por arte de magia. Un reloj mecánico es muy similar: en cuanto recibe la energía necesaria, su corazón comienza a latir. «Con toda la cuerda dada, el muelle del calibre 59210 almacena 1.300 milijulios de energía», revela Thomas Gäumann, director del Departamento de Desarrollo de Movimientos de IWC en Schaffhausen. Esto equivale más o menos a la energía necesaria para levantar una barra de chocolate a una altura de un metro y treinta centímetros. Esta energía es generada y almacenada cuando se da cuerda manualmente al reloj, o en el caso de un movimiento automático, por las incesantes revoluciones de la masa oscilante. Ambos mecanismos poseen una gran sofisticación técnica y son increíblemente precisos.

 

El sistema de cuerda mediante corona, ampliamente utilizado en la actualidad, fue inventado por un relojero francés cerca de 1850. Anteriormente a este invento, para dar cuerda al muelle se utilizaba una llave. Al girar la corona, un complejo mecanismo que incluye palancas, piñones y ruedas transmite las rotaciones hasta el árbol del barrilete, el cual remonta la espiral desde su extremo interior. Para que el reloj continúe funcionando, el extremo exterior de la espiral distribuye un suministro continuo de energía al tren de ruedas. En un movimiento de cuerda manual, la espiral alcanza su punto de máxima tensión tras unas 70 rotaciones de la corona. Un pequeño trinquete retiene la espiral para evitar que la energía almacenada se gaste inmediatamente.

La integración del sistema de ajuste de las agujas complica aún más el mecanismo. Al tirar de la corona, un diminuto embrague pasa de la función de cuerda a la función de ajuste. Como suele ser el caso en el mundo de la relojería mecánica, la dificultad del diseño reside en las minúsculas dimensiones del montaje. El solo hecho de colocar y ajustar las partes móviles en el restringido espacio disponible es un golpe maestro de ingeniería de precisión.

Con toda la cuerda dada, el muelle del calibre 59210 almacena la energía necesaria para levantar una barra de chocolate a una altura de un metro y treinta centímetros
Image showing a disassembled IWC watch on white background

EL TAMAÑO DE LA ESPIRAL DETERMINA LA RESERVA DE MARCHA

IWC tiene una larga tradición en la fabricación de movimientos de cuerda manual. Con la familia del calibre 59000, que actualmente es la fuerza que impulsa al Portofino y al Portugués Cuerda Manual Ocho Días, los diseñadores de Schaffhausen han creado una verdadera potencia. «La intención era lograr que el usuario solo tuviera que dar cuerda al reloj una vez por semana», explica Gäumann.

 

En la práctica, varios factores influyen en la reserva de marcha. Uno de los más importantes es la capacidad de almacenamiento de energía: mientras más grande el barrilete y más larga la espiral, más revoluciones completará la rueda del barrilete, alimentando por más tiempo al tren de ruedas. Pero complicaciones como el cronógrafo consumen energía y disminuyen la reserva de marcha al estar activas. Además, hay una pérdida de eficacia ocasionada por la transmisión de fuerza en el tren de ruedas y el consumo de energía por parte del escape.

 

Con esto en mente, los diseñadores decidieron omitir todas las complicaciones en el nuevo calibre de cuerda manual, a excepción de las indicaciones de la fecha y de la reserva de marcha. El barrilete de generosas proporciones mide 1,7 centímetros de diámetro y alberga una espiral de 86 centímetros de largo que descarga su energía en 14 revoluciones.

 

Para ponerlo en perspectiva: los movimientos cronógrafo de IWC cuentan con una espiral de tan solo 50 centímetros de largo, que se descarga en 11 revoluciones. La energía almacenada por los calibres 59000 podría durar nueve días. Pero con el fin de garantizar que el nivel de energía liberado – y por ende la marcha – se mantenga lo más constante posible, el movimiento se detiene de manera automática al cabo de 192 horas, es decir, ocho días. La indicación de reserva de marcha permite saber cuánta energía queda en cualquier momento.

GENERAR TENSIÓN A PARTIR DE UN MOVIMIENTO NATURAL

Los entusiastas de los movimientos automáticos no tienen que pensar en esto, ya que llevan en sus muñecas algo cercano a un perpetuum mobile. «En un movimiento de cuerda automática», explica Gäumann, «una masa oscilante en forma de media luna de montaje central convierte los movimientos naturales de la persona que luce el reloj en energía para la espiral». Esto es posible gracias a la combinación de la inercia de la masa oscilante y la gravedad: su peso la lleva constantemente hacia abajo, y comienza a moverse tan pronto como experimenta cualquier tipo de aceleración. Los movimientos del brazo de quien luce el reloj al caminar son una manera especialmente eficiente de generar energía.

 

En IWC, el sistema de cuerda automática está intrínsecamente ligado a Albert Pellaton. En 1944, como Director Técnico de la empresa, Pellaton hizo avanzar el desarrollo de una solución que todavía da vida a muchos de los movimientos realizados por IWC. Para lograrlo, tuvo que superar varios problemas. Los sistemas que existían en ese entonces transmitían los movimientos de la masa oscilante a través de un complejo sistema de engranajes, y en general solo podían utilizar las rotaciones en una dirección. Como consecuencia, la pérdida de fuerza y energía era considerable. La característica revolucionaria de la solución ideada por Pellaton consistía en convertir las revoluciones de la masa oscilante en un movimiento oscilatorio que podía ser aprovechado de manera mucho más eficiente para dar cuerda a la espiral. En el corazón de este sistema de cuerda se encuentra un disco excéntrico que transforma las revoluciones de la masa oscilante en los movimientos de vaivén de una báscula. Dos trinquetes montados en la báscula transfieren la energía a la rueda de cuerda. Mientras un trinquete tira de la rueda (es decir, le da cuerda), el otro se desliza sobre sus dientes hasta que los papeles se invierten. Este sistema de cuerda mediante trinquetes aprovecha el más mínimo movimiento de la masa oscilante en cualquier dirección.

Image showing IWC watch mechanism of a self-winding system
Image showing inside of an IWC watch dial on white background

EL USO DIARIO PONE A PRUEBA EL MOVIMIENTO AUTOMÁTICO

En el curso del uso diario, el sistema de cuerda automático está expuesto a toda clase de estrés y presión. A pesar de que la masa oscilante no pesa más que unos cuantos gramos, la fuerza ejercida sobre sus componentes durante los movimientos rápidos puede llegar a ser 1.000 veces mayor que la fuerza de gravedad. En algunos modelos, la masa oscilante está protegida contra los choques fuertes por un cojinete de soporte elástico. Si bien el funcionamiento del sistema de cuerda Pellaton es el mismo desde hace más de 60 años, continuamente ha sido objeto de mejoras. Por ejemplo, actualmente los trinquetes son de cerámica y prácticamente inmunes al deterioro por uso. En el caso del cronógrafo calibre 89000, el mecanismo completo ha sido objeto de una actualización. El sistema de doble trinquete, resultado de esta actualización, logra su objetivo con menos piezas, y gracias al uso de dos pares de trinquetes, es más eficiente.

 

Ya sea manualmente o gracias a los movimientos de quien luce el reloj, ambos sistemas cumplen de manera fiable su propósito de proveer energía al reloj y dar vida a su delicado mecanismo. Pero si preguntáramos a los entusiastas de ambos mecanismos cuál es mejor o más hermoso, sus respuestas serían tan diversas como lo serán dentro de cien años.