Ya estén buceando, escalando una montaña o dando la vuelta al mundo en viaje de negocios, los propietarios de un reloj IWC están seguros de algo: no importa lo difícil que se pongan las cosas, tienen un reloj que les durará toda la vida. Sometido a un mantenimiento periódico, un reloj de calidad seguirá funcionando de forma precisa y fiable durante muchos, muchos años. Los relojeros especializados de IWC de cualquier parte del mundo se encargan de que las reparaciones y el mantenimiento se realicen de manera profesional, conforme a los característicos altos estándares suizos. Los relojes especialmente complejos o antiguos se envían a los talleres de la sede empresarial en Schaffhausen, donde son reparados con la mayor delicadeza. Se puede dar una nueva vida incluso a las piezas de coleccionista más inusuales que se remontan a los primeros años de la compañía.
Un reloj que se lleva siempre puesto tiene que soportar de todo: choques, golpes, sudor, salinidad y cambios de temperatura. Y como si esto fuera poco, también está la tensión que soporta un mecanismo diseñado para funcionar continuamente 24 horas al día todos los días del año. Con el paso del tiempo, las piezas sometidas a una gran fricción empiezan a mostrar señales de desgaste e incluso los lubricantes de alta calidad se deterioran. "Para seguir funcionando perfectamente con la máxima precisión durante muchos años, un reloj, al igual que cualquier otro aparato mecánico, necesita un mantenimiento periódico", así lo resume Andreas Voll, director del servicio de atención al cliente de IWC.
Cuando se devuelve finalmente a su propietario, un IWC está como nuevo, tanto por dentro como por fuera
En una época en la que todos nuestros aparatos electrónicos necesitan recargarse o reiniciarse diariamente, es realmente increíble cuánto puede seguir funcionando perfectamente un movimiento de relojería mecánico sin necesidad de ningún tipo de intervención. Solo se necesita un mantenimiento completo una vez cada cinco años aproximadamente. El relojero empieza desmontando el mecanismo de movimiento en sus componentes individuales, verifica minuciosamente cada pieza, limpia el polvo acumulado y los residuos de lubricante, y luego vuelve a montarlo todo. Las piezas desgastadas o defectuosas son reemplazadas. Después de lubricarlo con sumo cuidado, el reloj se reinicia, la precisión del movimiento se comprueba minuciosamente y, si es necesario, se ajusta el escape. El relojero también se asegura de que las complicaciones como el cronógrafo o el calendario perpetuo funcionan a la perfección.
PARA UN RELOJ VALIOSO, EL MANTENIMIENTO ES COMO UNA SESIÓN DE SPA
Como era de esperar, el mantenimiento completo de IWC también incluye la caja. Después de todo, además de serlo, un reloj de alta calidad debe parecerlo. Si la caja está rayada, por ejemplo, se pule y se satina. La soldadura láser hace desaparecer los arañazos profundos y las irregularidades y devuelve al reloj su esplendor original.
Todo este trabajo, por supuesto, lleva su tiempo. Desmontar, limpiar y volver a montar el movimiento, reparar la caja y el brazalete y, por último, realizar las pruebas y los controles necesarios como, por ejemplo, el test de hermeticidad, puede llevar varias semanas. "Cuando se devuelve finalmente a su propietario, el IWC está como nuevo, tanto por dentro como por fuera", explica Voll con orgullo.
El mantenimiento debe ser realizado por expertos y en un plazo de tiempo aceptable para el propietario. Después de todo, nadie quiere estar separado mucho tiempo de su reloj de muñeca preferido. Para estar más cerca de sus clientes en todo el mundo, IWC Schaffhausen ha establecido una red global de 25 centros de servicio para llegar a todos los continentes del planeta, incluyendo Múnich, Dallas, Pekín, Sídney, Dubái, etc. "Esto nos ha permitido acortar el tiempo necesario para realizar un servicio, por lo que los propietarios tienen sus relojes de vuelta mucho más rápido que antes", explica Voll. Definitivamente, el esfuerzo ha valido la pena: la mayoría de los servicios y reparaciones conllevan entre cuatro y seis semanas.
SERVICIO SUIZO DE MÁXIMA CALIDAD EN TODO EL MUNDO
Uno de los mayores desafíos ha sido desarrollar la competencia relojera necesaria, sobre todo en Asia, donde generalmente no existe una cultura de la manufactura tradicional comparable. Para garantizar que el exigente servicio técnico se presta conforme a los mismos estándares suizos de calidad en todo el mundo, IWC ha hecho una importante inversión para facilitar a los suyos la capacitación profesional necesaria.
El centro suizo de formación y perfeccionamiento relojero (WOSTEP), ofrece a los relojeros de fuera un curso exhaustivo de iniciación a los principios básicos del oficio de dos años de duración. Después estos pueden elegir entre diferentes módulos de formación adicionales específicos para IWC. "Los participantes del curso adquieren amplios conocimientos, que abarcan desde movimientos básicos a complicaciones como el calendario perpetuo", explica Voll. Desarrollar este nivel de pericia implica una enorme inversión, tanto de tiempo como de dinero. Tres relojeros suizos del equipo de Voll pasan el año yendo y viniendo a los centros para garantizar que los aprendices de IWC reciben el nivel de formación que necesitan.
Otro quebradero de cabeza es garantizar la disponibilidad de recambios en todo el mundo. La actual gama de productos de IWC está basada en seis familias de calibres de la manufactura e incluye varias docenas de modelos y ediciones limitadas. "En los almacenes centrales de Suiza se guardan unas 40.000 piezas de recambio diferentes, entre otras, engranajes, agujas, esferas y barriletes. Cada año enviamos alrededor de un millón de componentes individuales a los centros de servicio de todo el mundo", dice Voll.
RAREZAS CON HISTORIAS MUY PERSONALES
La mayoría de las labores básicas de reparación y mantenimiento se realizan en estos centros. Pero cuando un reloj es especialmente antiguo o tiene complicaciones como un tourbillon o un sistema de repetición de minutos, se envía directamente a Schaffhausen. Allí recibirá los atentos cuidados de virtuosos del arte de la relojería, quienes en algunos casos gozan de una experiencia de hasta 40 años.
Uno de ellos es Jürg Rüeger. Jürg comenzó su formación en IWC como aprendiz relojero en 1974. Y ahora, de vez en cuando, se encuentra reparando modelos que él mismo montó siendo un joven aprendiz. "Reencontrarme con un viejo Ingenieur o un Portugieser Yacht Club Automático siempre provoca un bonito sentimiento en mi interior", dice con entusiasmo. En la mesa de trabajo de Rüeger hay una colección de insólitos relojes que harían disparar la tensión de cualquier coleccionista. Por ejemplo, hay un reloj de bolsillo Pallweber de 1890 con indicación digital increíblemente bien conservado, y al lado, un Reloj de Aviador Mark 11 fabricado en 1948 con el calibre 89 de cuerda manual. Por último, hay un viejo movimiento de reloj de bolsillo con el legendario calibre 52 que todavía tiene volante de compensación.
Los relojes como estos suelen tener una historia muy personal detrás. En más de una ocasión, por ejemplo, los relojeros de IWC han tenido que limpiar movimientos obstruidos por margarina o aceite de oliva debido a la torpe tentativa del propietario de lubricarlos. Otra historia que suelen contar es la de una clienta que se las apañó para extraviar el reloj en su casa. Pasados más de 30 años, cuando estaba de mudanza, el reloj apareció en su embalaje original. Había caído detrás de un radiador y pasó todo el tiempo allí, completamente inadvertido. Debido al constante calor, el aceite del reloj se había solidificado. No obstante, los restauradores expertos de IWC pudieron resolver el problema y devolvieron el reloj en perfecto estado de funcionamiento a su propietaria, que quedó encantada.
JOYAS CREADAS DURANTE LOS PRIMEROS AÑOS
Cuanto más antiguo es el reloj, más difícil es encontrar piezas de recambio. Por lo que de vez en cuando, Rüeger tiene que hacer una excursión a las profundidades de los sótanos de la sede de Schaffhausen para buscar tesoros escondidos. En esta sala especialmente deshumidificada y a aprueba de incendios a la que solo un puñado de empleados tiene acceso, se conservan decenas de miles de piezas de recambio extraordinariamente antiguas o escasas, cada una envuelta individualmente en papel sulfurado y con una etiqueta escrita a lápiz. La colección se remonta hasta los primeros años de IWC, allá por el año 1870. Este lugar también sirve de almacén para herramientas antiguas, como un dispositivo diseñado específicamente para ajustar el volante de un calibre antiguo.
A veces no se escatiman esfuerzos ni recursos en salvar una pieza de coleccionista excepcionalmente antigua o valiosa, y los relojeros de la empresa fabrican ellos mismos las piezas necesarias para su restauración. Aunque, otras veces, tras un incendio o una inundación, ni los especialistas más experimentados pueden lograr repararla.
"Cuando tengo contacto con amantes de los relojes de cualquier parte el mundo, siempre me quedo impresionado con el entusiasmo que muestran por nuestros relojes y por el valor que dan el trabajo de ingeniería que hay detrás de ellos", concluye Voll. Este entusiasmo puede incluso ser demostrado: es un hecho que los relojes IWC vuelven regularmente al servicio de mantenimiento durante muchos años. Y para Voll, esto constituye una prueba de que los relojes fabricados en Schaffhausen no son simplemente objetos de moda o inversiones. Los relojes acompañan a sus propietarios durante generaciones.
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